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La técnica del «maíz con guaro» para robar gallinas

«El maíz con guaro» es una de las técnicas utilizadas para robar gallinas en el suroccidente de Guatemala. Doña Flori se dio cuenta del robo de 15 de sus gallinas hasta un día después de que sus ponedoras desaparecieron «borrachas». Flori vive en San Marcos, en una escondida aldea llamada “El Recuerdo”, del municipio de Nuevo Progreso.

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Gallinas borrachas / Firefly: Imagen con efectos ilustrativos generada por Inteligencia Artificial

La casa de doña Flori se puede observar a la orilla de la carretera, con una puerta de madera y la estructura pendiente de repellar, aún con el color gris pálido del block. Su hijo Frank le ayuda con los quehaceres de la casa, pero especialmente con el cuidado de sus gallinas, pollos, patos, chompipes y demás animalitos de crianza que tiene en su casa.

De estos, las más preciadas son sus 25 gallinas, todas ponedoras. El cuidado incluye darles de comer y ponerles agua dos veces al día, sin falta. Todos los días por la mañana doña Flori recoge los huevos.

Los días en El Recuerdo pasan muy rápido, y la rutina de vivir en el campo ayuda a que se pierda cuidado de las cosas. La aldea es un lugar sofocante: 22 horas del día hace calor como en la playa, insoportable; pero los habitantes del lugar están acostumbrados. Las otras dos horas son por la madrugada, y llegan acompañadas de vientos que bien podrían provocar un resfriado.

Las gallinas estaban puestas en un corral a unos diez metros de la casa, un poco perdido de vista ya que la distancia aumenta al estar, no solo lejos sino también del lado del barranco de la casita de doña Flori.

Un martes por la mañana, como todos los días, Flori fue a darle de comer a sus gallinas y a recoger huevos. Todo le pareció normal; como todos los días. Por la tarde salió a hacer algunas compras. Regresó cuando el día empezaba a perder claridad.

Flori cuenta que no pensó necesario ir a darles de comer de nuevo a sus ponedoras porque creyó que, como siempre, su hijo, quien en ese momento no estaba en casa, ya lo había hecho. Entonces no se preocupó más. En la noche volvió a recordarlas, pero para ese entonces ya estaba demasiado oscuro, además de que había una pequeña brisa en el aire. Pensó que podía resfriarse y prefirió irse a la cama.

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A la mañana siguiente, lo primero que hizo al levantarse fue salir por su cubeta y tomar concentrado de engorde (que es el alimento esencial para que las gallinas continúen poniendo huevos todos los días); también llevó agua. Cuando estaba a pocos metros del corral notó algo raro: el plástico con el que cubría este estaba desatado de una esquina. Supuso que había sido el viento de la madrugada.

La base del corral ocupada un metro de altura y estaba hecho con reglitas de madera, la parte de arriba estaba cercada de alambre que permitía ver a través a las gallinas, pero no era posible sacarlas por esa vía. El techo de láminas oxidadas que en su momento cubrió la casa principal, y el plástico que rodeaba la parte de alambre, se colocaba solo por las tardes para que no sufrieran de frío.

La puerta de metro y medio, hecha del mismo material, por donde entraba a darles de comer y a recoger los huevos, siempre estaba cerrada con un pedazo de tela rasgada, que tenía la función de un candado.

La técnica consiste en poner granitos de maíz dentro de un octavo de guaro y dejarlos fermentar durante toda la noche para que absorban el licor totalmente / Firefly: Imagen con efecto ilustrativos generada por Inteligencia Artificial

Al entrar al corral, con sorpresa se percató que solo había diez gallinas. Le llevó tiempo contarlas varias veces para que su mente aceptara lo que sus ojos estaban viendo. Espantada por lo que aún le resultaba aún increíble, les dio de comer y salió rápido de ahí, para consultarlo con su familia.

Todo esto era increíble para ella: quince de sus 25 gallinas habían desaparecido. Solo había diez. El espacio del corral estaba vacío. Buscó por la casa a su hijo para preguntarle.

Frank, el joven de 17 años, comentó en ese momento que él no había acudido al corral el día anterior. Por la tarde, dijo, se encontraba jugando futbol, pero antes fue al corral con la intención de colocarle el plástico, pero ya estaba puesto. Entonces, decidió irse.

¿Quién pudo haber colocado el plástico? se preguntaba doña Flori, asustada. Ella recuerda haberlo quitado por la mañana anterior, que fue la última vez que vio a sus gallinas.

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Preguntó con sus vecinos, y personas cercanas al lugar sobre algún suceso extraño, y no fue posible encontrar pista de los culpables, “ni siquiera las huellas de sus zapatos dejaron” afirmó frustrada, solo se adelantaron a colocar el plástico derredor, para que no sospecharan, asegura ella.

«Emborrachar a las gallinas»

Los robos en estas zonas de Guatemala inician desde cosecha de banano cuando aún están en el platanero, maíz, granos cosechados o por cosechar y hasta animalitos comestibles. Doña Flori quiere saber cómo, quién y cuándo, con mano de guate, robó sus gallinas.

Cerca del mismo municipio, en una finca llamada La Amalia, hace unos años, se perdieron cinco gallinas. Cinco hombres fueron los responsables de este suceso. «La técnica fue muy sencilla», cuenta uno de los roba gallinas. Cuando empezaba el atardecer las gallinas estaban en las afueras de la finca, los hombres planearon caminar en línea recta detrás de las aves, «arreándolas» hasta llevarlas atrás de la montaña.

Al estar ya perdidas de vista del ojo del cuidador, entonces cada uno agarró una gallina y se dieron a la fuga. «Las gallinas son mansitas y se dejan agarrar», dice Jerónimo uno de los hechores. Esto sucedió en los cafetales, gracias al crepúsculo.

Jerónimo se excusa. Dice que cuando se le roba a un rico no se le hace ningún daño. Por eso es que lo hicieron en La Amalia, donde tienen decenas de gallinas más y muchas más crías de animalitos, «unas cuantas gallinas no harán la diferencia». Hay ocasiones en que no se dan ni cuenta de que les hacen falta las gallinas.

La idea del robo en la finca fue de Jerónimo, quien se ha desarrollado técnicas para facilitar este tipo de hurtos. La trampa del resorte y la del ratón, explica. La primera consiste en poner algunos granos de maíz en medio de dos resortes, que se activan cuando la presa picotea y se clavan en el pescuezo, provocando su muerte inmediata. La del ratón, es similar a la que se usa para cazar ratones: se pone una carnada para que cuando las gallinas se acerquen, se active la trampa y las inmovilice.

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Pero la técnica más creativa, que fue la aplicada con las gallinas de doña Flori, la del «maíz con guaro». Esta consiste en poner granitos de maíz dentro de un octavo de guaro (licor) y dejarlos fermentar durante toda la noche para que absorban el licor totalmente.

Al siguiente día estaban ya listos los granitos para ir por las gallinas según Jerónimo, el robo se planea con anticipación, lo primero es estudiar la rutina de los dueños del gallinero, la hora de levantarse, la hora de dormir, la hora de la comida y demás detalles que aporten a planificar el momento en el que se va a llevar a cabo la travesía.

Lo siguiente es rápido y sencillo: ubicar el corral y abrir la puerta para dejar que las gallinas salgan, justo al inicio del crepúsculo. Esparcen los maicitos borrachos haciendo un caminito y esperan que las gallinas, solas, bajan picoteando los granos y se alejen unos metros del corral. En pocos minutos, el guaro ha hecho efecto en las aves, que mareadas y borrachas se dejan atrapar y ser metidas a un costal sin oponer la más mínima resistencia.

Doña Flori preguntó a sus vecinos y buscó durante días pistas que la llevarán hasta los responsables, pero no tuvo éxito. Los roba gallinas, audaces, no dejaron evidencias de su fechoría.

La técnica del maíz con guaro —se ufana Jerónimo en el círculo más íntimo de sus amigos— es infalible. Además de sus cómplices, pocas personas en el pueblo conocen a los responsables de emborrachar a las aves. Doña Flori sospecha, pero no tiene pruebas.

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