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William Garvel: “Cada cuento es un detonante para voltear a ver lo irrelevante, pero que impacta en la sociedad”

- El escritor guatemalteco presenta Las vidas que robé, una secuencia de trece relatos con que recrea momentos de la cotidianeidad.
William Garvel, cuyo nombre real es William García Velázquez, nació en Huehuetenango, Guatemala en 1989. Es periodista egresado por la Escuela de Ciencias de la Comunicación (ECC) de la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC).
Es editor y corrector de textos académicos, ha publicado artículos culturales y lingüísticos en la revista gAZeta, cuentos y crítica cinematográfica en las revistas mexicanas Gramanimia y Marabunta,
El 26 de septiembre de 2025, AUN lo entrevistó para conocer más sobre su recién publicado libro Las vidas que robé, una obra de drama escrita a lo largo de diez años.
Los relatos surgieron en distintos momentos: en espacios de meditación, en la fila de un banco, en el transporte público, en una clase universitaria que se tornaba aburrida o en cualquier lugar inesperado, cuando una imagen insistente en su mente lo impulsaba a transformarla en escritura.

¿Cómo surgió la idea de escribir el libro?
Los temas no los elegí yo, fueron imágenes en mi mente que estaban insistentes, la idea estaba en mi cabeza, existía una obsesión y la única manera de deshacerme de este acoso era escribirlo. Algunos de los cuentos fueron sueños un poco persistentes.
¿Qué le inspiró para que la narrativa del libro fuera de cuentos?
Mi inspiración vino de algunas notas de prensa; de pronto leía algo que me parecía curioso y no podía sacarlo de la cabeza.
Todos los cuentos, sin excepción, tienen una raíz en la realidad. Uno surgió de una historia que mi abuelo me contó hace muchos años, otro se sustenta en un sueño repetitivo que tuve, y los demás nacieron de imágenes o recuerdos que capté en aquella época.
El libro tiene un toque religioso o espiritual ¿Por qué se menciona mucho a Dios?
Originalmente, el libro tenía otro nombre: Si Dios nos da vida que es un homónimo de uno de los cuentos, pero en realidad, la temática viene de mi educación católica muy rigurosa y temas como el paraíso, el infierno, el demonio, se volvieron como un trauma cuando era niño, porque yo crecí creyendo que Dios era ese señor malo, dictador, de barba que castigaba y quemaba a la gente.
De alguna manera, en el entorno social en que yo crecía, a los niños nos asustaban con el tema de Dios y la religión.
Creo que vierto este escepticismo con base en la idea de Dios que es un poco dictatorial, es decir, no todo el que habla de Dios o tiene una Biblia en la mano es bueno.

¿Qué mensaje quiere llevar a los lectores de Las vidas que robé?
El propósito primario es expresar una queja sobre muchas cosas y, al mismo tiempo, intentar ponerme en el pellejo de la gente para vivir sus problemas como si fueran propios.
Pero, sobre todo, busco que cada texto sea un detonante: algo que rompa, que despierte la sensibilidad de los lectores y los haga voltear la mirada hacia situaciones que, aunque no son mediáticas y parecen irrelevantes, arrastran secuelas sociales muy significativas.
Hay casos en estos cuentos que parecieran ser muy exagerados, pero no lo son, simplemente no nos damos cuenta que pasan a nuestro alrededor.
Cada cuento se desarrolla con mucho drama, ¿Las vivencias de los personajes son reales o ficticias?
Las cosas que les pasa a los personajes son reales. El primer cuento está inspirado en una nota de prensa.
Ese caso del aparente protestante que da un gran sermón en el bus, y al final se descubre que era un vil asaltante, realmente pasó. Lo leí en una nota de presa y yo lo manipulé literariamente para hacerlo mucho más dramático.
Cada cosa que está escrita en el libro, está basada en la realidad o tiene raíz en ella.

En Escopofobia, el personaje está cansado de que la gente publique todo lo que hace en las redes sociales. ¿Cuál es la idea de llamar a este cuento de esa manera?
El cuento es una crítica a la facilidad con la que hemos permitido que las redes sociales colonicen nuestra privacidad. A mí la virtualidad me tiene un poco cansado, y quise proyectar que los que realmente estaban mal eran quienes normalizaban el hacer todo público.
Emidelio, en cambio, era el ser más normal, pero por la presión social termina quitándose la vida, pues su mayor fobia era que lo convirtieran en un “meme” en las redes sociales.
Yo tengo derecho a no publicar nada, pero eso al mismo tiempo me da una fama de asocial, empedernido y eso es una contradicción terrible.
¿Por qué Las vidas que robé?
El libro tenía otro nombre, Si Dios nos da vida, que era el título de uno de los cuentos. Se llamaba así porque en algún punto se tocaba el tema religioso; sin embargo, por temas de edición se le cambió a Las vidas que robé.
