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Salud mental en auge y la clave de la inteligencia emocional

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  • Autoconciencia, autorregulación, motivación interna, empatía y habilidades sociales son esenciales para enfrentar los males que afectan la psiquis del ser humano.

En Guatemala, trastornos mentales como la depresión, la ansiedad y el estrés continúan en aumento, especialmente entre la población joven. Según datos del Centro de Atención Integral de Salud Mental (CAISM), solo en 2024 se registraron 51,770 consultas, y la primera de las citadas representó el 29 % de los casos. Dado este panorama, expertos proponen fortalecer la inteligencia emocional como una herramienta clave para prevenir y manejar el impacto emocional.

El doctor Jensy Monterroso, jefe de Consulta Externa del CAISM, explicó: “La depresión es una enfermedad que puede parecer invisible, pero puede tener consecuencias devastadoras si no se trata adecuadamente”. Afirmó que el alcance de esta condición en el país es del 3.7 %, con un alza notable luego del COVID-19.

La Encuesta Nacional de Salud Mental (ENSM) realizada en 2009 ya alertaba que un 27 % de la población guatemalteca había padecido algún trastorno mental asociado a estrés postraumático, la depresión y la dependencia a sustancias. Además, informes del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS) indican que en los primeros siete meses de 2023 se diagnosticaron 34 mil casos nuevos de enfermedades mentales o del comportamiento.

Sin embargo, uno de los grandes retos que enfrenta el país es la falta de recursos. De acuerdo con la ENSM, solo un 2.3 % de las personas que necesitan atención en salud mental recibe un tratamiento adecuado, debido a la escasez de especialistas y al limitado presupuesto destinado a esta área.

Al respecto se impulsan acciones como el desarrollo de la inteligencia emocional como una herramienta útil y accesible para prevenir el deterioro emocional. El psicólogo clínico Sergio Estrada sostiene que esta habilidad puede marcar una diferencia significativa en la forma en que las personas enfrentan sus emociones cotidianas, especialmente en situaciones de alta presión como lo que viven muchos jóvenes actualmente.

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“Muchas veces llegamos a terapia cuando ya estamos colapsando emocionalmente. Si trabajáramos nuestra inteligencia emocional desde antes, podríamos prevenir muchas de esas crisis”, apunta Estrada. Añade que uno de los obstáculos más comunes es el estigma: “En Guatemala aún se cree que ir al psicólogo es cosa de locos, pero es todo lo contrario: es un acto de responsabilidad personal, así como vamos al médico por un dolor físico, deberíamos acudir a terapia por un dolor emocional. Cuidar de nuestra salud mental debería ser una práctica constante”, subraya.

En Guatemala, donde el acceso a servicios psicológicos aún es limitado, la inteligencia emocional se presenta como una alternativa accesible, de bajo costo y con alto impacto para fortalecer la salud mental. “Estas herramientas no solo tienen un respaldo científico, sino que responden a una necesidad urgente en Guatemala, donde los trastornos como la ansiedad, la depresión y el estrés están en aumento, especialmente entre los jóvenes”, señala el psicólogo. Además, resalta que su implementación puede adaptarse con facilidad en diferentes entornos, desde escuelas y centros de trabajo hasta espacios comunitarios y familiares.

Estrada también comparte cinco pilares esenciales para fortalecer la inteligencia emocional: autoconciencia, autorregulación, motivación interna, empatía y habilidades sociales. Menciona que trabajar en estos elementos no solo ayuda a mejorar las relaciones interpersonales, sino también a identificar a tiempo señales de alerta emocional.

“Fortalecer la inteligencia emocional empieza por desarrollar la autoconciencia, saber cómo nos sentimos y por qué. Luego viene la autorregulación, que nos permite manejar esas emociones de forma saludable. A eso se suma la motivación interna, la empatía y las habilidades sociales, que son claves para convivir y comunicarnos mejor con los demás”, detalla Estrada.

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De acuerdo con especialistas, el fortalecimiento de la salud mental no depende únicamente en la atención clínica, sino también en la prevención y en la construcción de entornos más empáticos y seguros. El entorno social es determinante, ya que muchos de los problemas emocionales se originan o se intensifican por factores como el aislamiento, la presión académica, los conflictos familiares o la falta de comunicación. Asimismo, los profesionales en salud mental recomiendan promover hábitos que favorezcan el bienestar emocional, como el ejercicio físico, una alimentación balanceada, espacios de diálogo abierto, y la práctica de la atención plena, lo cual contribuye al autocuidado y disminuye los niveles de estrés.

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