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ProDanza: La revolución de la danza profesional en occidente

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Nacida de un sueño en el Teatro Municipal, esta iniciativa busca la descentralización de la danza en Occidente de Guatemala, ofreciendo un espacio de arte comunitario.

En el escenario del Teatro Municipal de Quetzaltenango, donde hace algunos años el telón se abría para dar vida al cuerpo de baile de la municipalidad, nació también un sueño.

Entre ensayos, movimientos y luces, dos bailarinas, Daniela Isabel del Rosario Sum Díaz y Teresa Robles Velázquez, comenzaron a imaginar una danza distinta: una que no dependiera de la burocracia, que no tuviera fronteras políticas, y que sobre todo ofreciera oportunidades a quienes desean formarse profesionalmente sin abandonar el occidente de Guatemala.

De esa visión surgió ProDanza, una asociación que hoy representa un punto de encuentro entre la pasión, la disciplina y el compromiso con el arte.

Fundada oficialmente en 2024, pero con raíces que se remontan al cuerpo de baile del Teatro Municipal, ProDanza busca descentralizar la formación dancística en el país.

Ambas maestras, con más de una década de trayectoria en ballet clásico y danza contemporánea, decidieron continuar el legado de su experiencia previa, esta vez desde la independencia. “No quisimos quedarnos con los brazos cruzados cuando el proyecto del teatro terminó sabíamos que la danza merecía seguir viva, libre de los intereses políticos que muchas veces frenan el arte” indicó Daniela.

Desde entonces, ProDanza se ha convertido en un espacio de creación y formación que integra técnica, disciplina y comunidad.

Actualmente, la compañía está conformada por catorce bailarines y se complementa con una Academia Comunitaria de Danza, donde niñas, niños, adolescentes y adultos mayores pueden explorar el movimiento sin costo alguno.

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Gracias al apoyo del Ministerio de Cultura y Deportes, esta escuela representa un paso importante hacia la profesionalización de la danza en Quetzaltenango, un objetivo que sus fundadoras persiguen con dedicación constante.

La estructura de ProDanza refleja ese equilibrio entre lo artístico y lo humano. Daniela Sum dirige la parte artística, guiando el repertorio, las clases y las coreografías; mientras que Teresa Robles, desde la dirección administrativa, se encarga de la producción, los recursos y la logística de cada temporada.

Ambas han encontrado en el trabajo conjunto una manera de sostener su vocación. “Gran parte de lo que hacemos es ad honorem, pero creemos en el valor a largo plazo del arte. Si queremos una sociedad más sensible, debemos empezar por hacerlo accesible” explicó Teresa.

Una danza que crece desde lo comunitario

ProDanza no solo forma bailarines: construye un tejido cultural. A través de talleres y presentaciones, la asociación busca acercar el arte a nuevos públicos, especialmente a quienes nunca han asistido a una función de danza.

Las temporadas, muchas veces gratuitas o de taquilla simbólica, se han convertido en un acontecimiento esperado por el público quetzalteco.

“Nuestra primera temporada navideña fue tan exitosa que la gente tuvo que ver la función de pie. Ese día entendimos que la danza sí tiene público, solo hay que hacerlo sentir parte” contó Daniela.

En cada presentación, las fundadoras apuestan por una danza con sentido. Las obras no solo buscan deslumbrar con técnica, sino también transmitir mensajes y emociones.

En montajes como Alicia en el país de las maravillas, Cenicienta o La Bella y la Bestia, los niños y niñas del programa comunitario participan interpretando pequeños papeles.

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Lo que comienza como una experiencia lúdica termina, en muchos casos, sembrando vocaciones. “Ver a una niña que empezó como una carta en Alicia y hoy forma parte de la compañía es uno de nuestros mayores logros”, comentó Teresa.

Entre logros y desafíos

A pesar de su juventud institucional, ProDanza ya ha dejado huella fuera del país. Varios de sus bailarines han participado en festivales internacionales en El Salvador, México y Costa Rica, e incluso han obtenido becas para continuar su formación.

Estos logros, aseguran sus fundadoras, son fruto del esfuerzo colectivo y de una pedagogía que combina la excelencia técnica con la sensibilidad social.

Sin embargo, el camino no ha estado libre de obstáculos. La falta de apoyo económico y la dificultad de lograr la autosostenibilidad siguen siendo retos constantes.

Las temporadas dependen en gran medida del esfuerzo personal y la autogestión. “Soñamos con que algún día podamos pagar a nuestros bailarines y cubrir todos los costos con taquilla, pero en Quetzaltenango aún cuesta que el público pague por el arte”, confesó Teresa.

Aun así, cada función, cada taller y cada aplauso del público son una confirmación de que el esfuerzo vale la pena.

Otro desafío ha sido mantener la disciplina y continuidad entre los bailarines jóvenes, muchos de los cuales interrumpen su formación al ingresar a la universidad.

“La danza exige tanto del cuerpo como del espíritu” reflexionó Daniela, agregó “también exige compromiso. Pero ver a quienes persisten, a quienes encuentran en esto un propósito, nos recuerda por qué seguimos”.

Sembrar futuro en movimiento

Hoy, ProDanza continúa creciendo, soñando con consolidar una Escuela de Danza de Occidente con un pensum formal avalado, capaz de certificar a sus estudiantes y abrirles puertas profesionales dentro y fuera del país.

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Mientras tanto, sus aulas y escenarios se llenan de pasos, de risas, de cuerpos que aprenden a contar historias sin palabras.

En un país donde el arte suele considerarse un lujo, proyectos como este recuerdan que la danza también puede ser una forma de resistencia, de educación y de comunidad.

ProDanza es, ante todo, una afirmación de que el talento guatemalteco no solo se encuentra en los grandes teatros de la capital, sino también en las calles, en los salones de ensayo y en los corazones de quienes se atreven a bailar por amor al arte.

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