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Emprender para sobrevivir: la señora de los tamalitos
En un pequeño rincón de Guatemala, una mujer decidió desafiar las probabilidades y transformar su vida y la de su familia. Sara Mendoza, una ama de casa de 55 años, encontró en el emprendimiento una salida a la escasez de oportunidades laborales y las barreras que enfrentan las mujeres en el mercado laboral. Con su negocio de tamalitos de chipilín, frijol y loroco, no solo ha mejorado su situación económica, sino que también se ha convertido en un ejemplo de cómo la determinación y el apoyo comunitario pueden abrir nuevas puertas hacia la prosperidad.
En Guatemala, las oportunidades para que una mujer obtenga un trabajo son cada vez más limitadas. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), la tasa de desempleo femenino se mantiene en un 3.1% desde 2023. Ante esta realidad, muchas mujeres han optado por el emprendimiento como una alternativa viable para sostener a sus familias, aprovechando la flexibilidad y libertad que este ofrece frente a los trabajos convencionales.
La economía en desarrollo del país ha impulsado a muchas a iniciar sus propios negocios debido a la escasez de oportunidades en el sector formal. Las mujeres, en particular, enfrentan desafíos adicionales, como la discriminación por género, edad y nivel académico. A pesar de estas barreras, el emprendimiento ha permitido que mujeres como Sara Mendoza transformen su situación financiera y personal.
Sara Mendoza, ama de casa de 55 años, inició su negocio de tamalitos de chipilín, frijol y loroco en 2019. Inspirada por su congregación en la Iglesia Eben Ezer, decidió vender su producto para satisfacer la necesidad alimenticia local. La oportunidad surgió durante una actividad comunitaria, donde los tamalitos que preparó fueron tan bien recibidos que su grupo de la iglesia la animó a venderlos regularmente.
Un estudio del Global Entrepreneurship Monitor (GEM) destaca que aproximadamente el 48.3% de los emprendedores en Guatemala son la principal fuente de ingresos de sus familias. Tras obtener su permiso de venta, Sara comenzó a vender sus tamalitos afuera del templo los lunes, miércoles, viernes y domingos. Sus ventas varían, llevando 50 tamalitos los lunes, 75 los miércoles y viernes, y 100 los domingos. Durante las santas cenas, sus ventas alcanzan entre 150 y 180 tamalitos por servicio, con cuatro servicios en total.
Sara se ha fijado el objetivo de ofrecer un producto de calidad a un precio justo, buscando siempre obtener una ganancia significativa. «Sale mejor trabajar en mi propio negocio que en una empresa; yo me hago mi sueldo, no tengo un jefe, puedo optar por horarios que yo quiera y sí, gracias a Dios, se puede sacar más que en una empresa», comentó Sara Mendoza.
Emprender no está exento de desafíos. Sara enfrenta constantes aumentos en los precios de los ingredientes, la competencia y la necesidad de innovar para mantener a sus clientes. Sin embargo, ha aprendido a gestionar sus finanzas para asegurar la sostenibilidad y rentabilidad de su negocio a largo plazo.
En un país con limitadas oportunidades laborales, especialmente para las mujeres, el emprendimiento no solo se convierte en un medio de estabilidad económica sino también en una vía de superación personal. El caso de Sara Mendoza resalta la importancia del apoyo comunitario para el éxito de quienes buscan alternativas fuera del empleo tradicional.
Gracias a su negocio, Sara ha podido cubrir los gastos de educación de sus hijos, la alimentación y otras necesidades del hogar. Agradecida por los logros alcanzados con sus ventas, Sara disfruta de un trabajo que le proporciona ingresos superiores a los que una empresa le ofrecía, mejorando significativamente su calidad de vida.