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Wellington Hernández: “A veces pienso que tal vez me hubiera ido mejor en otra carrera, pero no se compara con hacer lo que amo”

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Wellington Alberto Hernández Salvatierra músico y sonidista con 29 años de trayectoria, ha hecho de cada escenario una historia.

Es parte de la Estudiantina de la Universidad de San Carlos de Guatemala (EUSAC), y ha participado en grupos folklóricos y artesanos del viento.

Hoy, abre su corazón y cuenta cómo ha sido este viaje marcado por la pasión, aprendizajes y recuerdos. 

Su casamiento con los acordes

Aunque desde niño sintió que tenía aptitudes para la música, no tuvo la oportunidad de iniciar a temprana edad, sino hasta los 18 años cuando encontró la ocasión para desarrollar su talento.

Señala que en su casa se escuchaba a José José y Roberto Carlos. “No fue una sola persona la que me inspiró, fueron muchas”. “Cada vez que veía un grupo tocar en vivo, para mí era lo máximo y lo sigue siendo”, destaca.

Su primer contacto formal con la música fue en la Escuela de Música de Proyección Folklórica Latinoamericana (EMPROFOLA), en la antigua Facultad de Medicina, en el Paraninfo Universitario. Allí conoció a miembros de la Estudiantina de la USAC.

“Estudiaba bastante para aprenderme las canciones”, recuerda. Fue en ese entorno donde reforzó su amor por la música, lo que lo llevó a continuar su formación en el Conservatorio Nacional y en academias privadas.

A lo largo de su trayectoria ha participado en diversos grupos folklóricos, entre ellos Iscanguaya y grupos artesanos del viento. También integra grupos de folklore, boleros y baladas.

Conexión entre el arte y la literatura

Para Hernández, la música y la literatura están profundamente conectadas, de manera que una se nutre con la otra. Considera que la lectura enriquece el vocabulario y la forma de expresión, pero aclara que en la música se pueden romper ciertas reglas gramaticales por cuestiones de ritmo o estilo.

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Si bien no tiene una obra literaria favorita, menciona con admiración “Así se escribe un cuento”, de Gabriel García Márquez. “Ese libro significa mucho porque lo leí después de los 18 años y fue una experiencia importante, subraya.  Lo relaciona con la forma en que se crea la música de manera colectiva, donde alguien puede escribir la letra y otro aportar la melodía.

Hernández está convencido de que el arte y la cultura tienen un rol esencial en la educación: “Una canción puede viajar por muchos países y generaciones, llevando consigo costumbres, tradiciones y realidades”.

Experiencia personal

Su vida personal y profesional están entrelazadas con la música. Trabaja como sonidista en eventos en vivo, labor que considera una extensión de su pasión. “El sonidista es otro músico, solo que está fuera del escenario”, explica.

Con nostalgia y alegría, comparte que a lo largo de su vida lleva muchos recuerdos, tanto positivos como negativos, sobre todo económicos. “A veces pienso que tal vez me hubiera ido mejor en otra carrera, pero no se compara con hacer lo que amo”. La música, asegura, le da fuerzas para seguir adelante, mantener vivo el sueño y seguir creciendo. “Uno puede pensar que ya llegó a la meta, pero siempre hay una nueva que alcanzar y hay que mantener los sueños trazados”.

Reconoce el papel de su familia y amigos han sido parte importante de su carrera y han sido su mayor apoyo. “Nunca he estado solo, cuando surge un problema, lo enfrentamos juntos”.

“Mi meta es poder hacer eventos más grandes con todo tipo de artistas. La verdad, esa sería mi meta, ser más profesional cada día”, afirma. Antes de finalizar manda un consejo a los jóvenes: “No se rindan, es difícil, pero si tienen un talento explótenlo y si es la música, expóngala al público. El primer límite es uno mismo, después vienen los demás”.

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