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Bosques tardan hasta 50 años para recuperarse de incendios forestales

- La biodiversidad de las áreas boscosas afectadas puede tardar hasta medio siglo en superar la crisis, aunque lo usual es que nunca regrese a su estado natural.
Datos del Sistema Integral de Información para la Gestión del Fuego en Guatemala, administrado por la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred), precisan que, hasta el 27 de marzo, en el país se han suscitado 503 incendios forestales durante 2025.
Los siniestros han dañado 6,655 hectáreas. El departamento más damnificado es Quiché, que reporta 3,964; le siguen Santa Rosa, 516; Guatemala, 409; Huehuetenango, 350; Jalapa, 319; Chiquimula, 226; Chimaltenango, 149; Baja Verapaz, 123, y El Progreso, 104. El resto tiene menos de 100 hectáreas consumidas.
David Contreras, técnico de incendios del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap), explica que en Guatemala ocurren tres tipos de incendios. “Los de copas y superficie son los que más impacto visual tienen porque la destrucción puede apreciarse a simple vista. El otro es el incendio subterráneo, que por la forma en que se registra, no puede verse”, precisa el experto.
Contreras resalta que los incendios de copas y de superficie son los que causan el mayor daño a la biodiversidad puesto que los animales quedan atrapados en el fuego y mueren, aunado a que en la mayoría de los casos son complicados de atender.
Subraya que los incendios en su mayoría son motivados por la actividad humana, ya sea por las rozas agrícolas, fogatas mal apagadas o por alguna quema de basura que se sale de control; de hecho, al año se calcula que tan solo uno o dos surgen de manera natural al año, generalmente por material piroclástico que expulsan los volcanes.

Nada vuelve a ser lo mismo
El representante del Conap apunta que, según las investigaciones en el país, el tiempo mínimo para la regeneración de las áreas dañadas por los incendios forestales es de 20 años, esto si se dan las condiciones óptimas.
Sin embargo, la mayoría de las áreas afectadas tarda en promedio 50 años en recuperarse y lo usual es que los ecosistemas no vuelvan a ser los mismos, lo que implica un daño incalculable para la riqueza natural. “Si se implementara un proyecto de restauración de los ecosistemas afectados, el tiempo de recuperación no variaría mucho. Incluso, se corre el riesgo de que la reforestación haga más daño”, afirma Contreras.
Explica que esto pasa porque usualmente no hay un estudio minucioso de la composición del bosque y los humanos en su afán de recuperar el área tienden a introducir especies forestales que no son propias de la zona, lo cual causa más daño a la ya lastimada biodiversidad del lugar. La recuperación de los bosques depende de muchos aspectos y no es algo para lo que exista una única solución, por ejemplo, para algunos bosques de encinos y pinos —como los del occidente del país— los incendios rastreros son beneficiosos puesto que ayudan a la regeneración de la materia orgánica.
Sin embargo, para los bosques latifoliados de grandes árboles —que están presentes en áreas de Petén e Izabal— los incendios rastreros son muy dañinos porque arrasan con la vegetación que es vital para que existan y porque muere gran cantidad de especies animales.

El gran culpable
La mayoría de los incendios son consecuencia del cambio de uso de suelo, argumenta el ingeniero agrónomo Erick Suárez, quien indica que se debe tomar en consideración el factor de la propiedad.
Menciona que casi el 90 por ciento de las áreas boscosas de Guatemala se ubica en propiedades privadas, el resto está en zonas municipales o estatales. “Gran parte de los dueños optan por cambiar el uso del suelo para obtener un mayor beneficio económico de sus propiedades”, asevera.
Hace ver que en décadas pasadas lo normal era que los propietarios de las tierras boscosas o forestales las arrendaran para la siembra de cultivos, pero en la actualidad se ha dado otro fenómeno: la construcción de viviendas.
“Un cambio de uso de suelos que ahora es más frecuente es la construcción de residencias. Esto pasa porque los hijos o descendientes de los propietarios de tierras forestales prefieren invertir en proyectos inmobiliarios en lugar de mantener un bosque, ya que su existencia no satisface sus intereses económicos”, expresa Suárez. Por último, concuerda con el funcionario de Conap, al señalar que las áreas atacadas por incendios forestales sufren un daño irreversible y aunque el humano haga un esfuerzo por recuperar la flora y fauna del lugar, “nunca más volverá a ser lo mismo”.