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La estimulación temprana, clave para el desarrollo integral infantil
Los primeros años de vida son cruciales para el desarrollo integral de los niños, y dos enfoques clave, la estimulación temprana y el movimiento libre, ofrecen caminos distintos pero complementarios para potenciar sus capacidades. Este equilibrio entre guiar y permitir la libertad en los primeros años es esencial para un desarrollo saludable.
La estimulación temprana y el movimiento libre son dos enfoques complementarios que juegan un papel clave en el desarrollo integral de los bebés durante sus primeros años de vida. Mientras que la estimulación temprana ofrece experiencias dirigidas a potenciar habilidades cognitivas, motoras, sociales y emocionales, el movimiento libre permite que el bebé explore su entorno sin restricciones, promoviendo su desarrollo natural y autonomía.
Marcia Valladares de Flores, educadora y experta en estimulación temprana, explica las diversas formas en que estos enfoques pueden influir positivamente en los niños. Valladares, graduada en la Universidad del Valle de Guatemala y con más de dos décadas de experiencia en el Colegio Americano, ha aplicado estos métodos en su trabajo con niños en etapa preescolar, destacando sus beneficios en el desarrollo infantil.
La estimulación temprana se enfoca en proporcionar actividades y herramientas adecuadas al nivel del niño, aprovechando la plasticidad del cerebro en los primeros años de vida. Según Valladares, esto no implica que los niños desarrollen habilidades extraordinarias, sino que les ofrece las condiciones necesarias para alcanzar su máximo potencial en cada etapa de crecimiento.
“Lo importante es darles todas las herramientas para que puedan trabajar y mejorar en su desarrollo, sin esperar que sean superdotados. El objetivo es que hagan las actividades a su nivel, pero bien hechas”, explica Valladares.
La estimulación temprana abarca diversas áreas clave del desarrollo infantil:
Área cognitiva: fomenta el pensamiento lógico y crítico, ayudando al niño a entender su entorno, desarrollar habilidades intelectuales, comunicarse, imaginar y recordar.
Motricidad fina y gruesa: la motricidad fina se centra en el uso coordinado de los músculos pequeños, como las manos y los dedos, mientras que la gruesa se refiere a la coordinación de movimientos más amplios, como caminar, correr y saltar.
Desarrollo del lenguaje: Promueve la comprensión y expresión verbal, esencial para la interacción social y el aprendizaje.
Estímulo social y emocional: Facilita que el niño establezca relaciones de confianza y maneje emociones como la frustración, alegría y tristeza de manera saludable.
Estímulo visual: Mejora la agudeza visual, permitiendo al niño identificar formas, contrastes y tamaños, cruciales para su desarrollo perceptivo.
Estimulación prenatal y primeros años
Valladares recalca que la estimulación temprana puede comenzar desde el embarazo. Escuchar música, hablar al bebé y mantener un estado emocional equilibrado en la madre contribuyen al bienestar del feto. “Si la madre tiene un trauma o estrés, eso afecta directamente al niño y puede dar lugar a una estimulación negativa”, comenta Valladares.
Una vez nacido, el bebé puede ser estimulado con objetos como sonajeros y juegos sensoriales. Esta etapa suele abarcar hasta los 5 o 6 años, cuando el enfoque educativo cambia a contenidos más académicos.
Un error común, según Valladares, es que algunos padres creen que la estimulación temprana hará que sus hijos sean más inteligentes de lo normal, llevándolos a exigir resultados fuera del alcance de su edad. “Los niños deben hacer las cosas a su nivel, no adelantarse en su desarrollo. Es importante que los padres se informen y busquen la orientación adecuada para no sobrecargar a sus hijos”, advierte.
Valladares señala que en la actualidad, debido al auge de la tecnología, los niños están siendo privados de importantes estímulos. “Antes, los niños aprendían explorando el entorno, jugando al aire libre. Hoy, muchos pasan horas frente a una pantalla, lo que limita su desarrollo”, señala. En Guatemala, además, la falta de acceso a recursos educativos adecuados en áreas rurales impide que muchos niños reciban estimulación temprana, perpetuando la desigualdad de oportunidades.
Por su parte, la psicóloga Isabel Brigid Dunn destaca el valor del movimiento libre, un enfoque que, en lugar de dirigir al niño, le permite explorar su entorno y aprender a su ritmo. Aunque algunos lo ven como opuesto a la estimulación temprana, Dunn subraya que ambos métodos pueden convivir y ser aplicados según las necesidades del niño.
“El movimiento libre promueve la autonomía corporal del niño, permitiéndole explorar sin intervenciones, lo que refuerza su autoestima y le permite desarrollar habilidades motrices y cognitivas de manera natural”, explica Dunn.
Beneficios del movimiento libre
El movimiento libre fomenta que los niños realicen actividades como gatear, caminar y sentarse sin forzarlos, respetando su propio ritmo. Según Dunn, este enfoque favorece una relación positiva con el aprendizaje, al evitar la presión que puede generar la sobreestimulación.
Dunn advierte que, en algunos casos, los niños sobreestimulados pueden volverse irritables o hiperactivos. “Cuando se les permite moverse y descubrir por sí mismos, desarrollan una percepción más precisa de su cuerpo y espacio”, señala.
La pediatra austriaca Emmi Pikler, pionera en la filosofía del movimiento libre, observó cómo los niños, cuando se les permitía moverse sin intervención, seguían una secuencia de desarrollo psicomotor que los llevaba de estar tumbados a caminar de manera autónoma. Pikler documentó esta progresión en más de 700 bebés, demostrando que el desarrollo motor se produce de manera natural cuando se respeta el tiempo y espacio del niño.
Tanto la estimulación temprana como el movimiento libre son esenciales para el desarrollo integral del niño. Mientras que la primera proporciona herramientas para potenciar sus habilidades, el segundo le permite aprender a su propio ritmo, fomentando su autonomía y autoconfianza. La clave está en encontrar un equilibrio entre ambas filosofías, adaptándolas a las necesidades y personalidad de cada niño, para brindarles un entorno que promueva su crecimiento físico, emocional y cognitivo de manera saludable y respetuosa.