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Dentro del quirófano: un día en la vida de una enfermera auxiliar

María Santizo, enfermera auxiliar en el Hospital Roosevelt, enfrenta cada día el reto de garantizar que las cirugías se realicen sin contratiempos. Desde antes del amanecer, su jornada comienza con una meticulosa preparación que no deja espacio para errores.

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El día de trabajo de María Santizo comienza la noche anterior, cuando las jefas de enfermería organizan el programa quirúrgico, asignando a los pacientes las salas de operación y los equipos médicos que les atenderán. María se despierta a las 4:30 a.m. para prepararse y salir hacia su trabajo en el Hospital Roosevelt, donde desempeña el rol crucial de enfermera en el área preoperatoria.

Santizo llega al hospital 15 minutos antes del inicio de su turno, tiempo que emplea para vestirse con el equipo adecuado y equipar el quirófano asignado. La preparación incluye el cuidado meticuloso de disponer todo el material necesario: compresas, bisturíes, suturas, y demás instrumentos. María entiende que no puede haber margen de error; la organización y el orden son fundamentales.

Una vez que el quirófano está listo, se espera al paciente que será intervenido. Una de las compañeras de María se encarga de recibir al paciente, asegurándose de que toda la documentación, incluida la hoja de autorización, esté en regla. La comunicación con el paciente es crucial; verificar su nombre y edad, y confirmar que coincidan con los registros, es parte esencial de su labor.

El trabajo en equipo en el quirófano es vital. La coordinación entre el anestesiólogo, la enfermera circulante y la instrumentista es impecable. El anestesiólogo y la circulante trasladan al paciente de la camilla a la mesa operatoria. Una vez en el quirófano, el equipo trabaja sincronizadamente desde la inducción del sueño hasta el monitoreo de los signos vitales del paciente.

María explica que, cuando todo está en orden, las enfermeras instrumentistas proceden a abrir el equipo estéril que utilizará el cirujano. Es un proceso delicado, ya que la manipulación del instrumental quirúrgico durante la operación recae en la instrumentista.

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El lavado de manos quirúrgico es un paso esencial, mucho más riguroso que el lavado habitual, ya que incluye el lavado hasta los brazos. Luego, las enfermeras instrumentistas realizan el conteo de los instrumentos quirúrgicos, un proceso minucioso que es especialmente crítico en cirugías como la laparotomía, donde se utilizan gasas con grapas.

A continuación, la instrumentista se viste con bata y guantes quirúrgicos estériles, y luego asiste a los doctores a hacer lo mismo. Antes de iniciar la cirugía, los doctores realizan la asepsia y antisepsia con instrumental específico, utilizando jabón e hibitane, una rutina estándar en muchas cirugías.

El procedimiento quirúrgico inicia con la instrumentista entregando las pinzas solicitadas por el cirujano, como las curvas, rectas, mosquitos, diver y balbas. Al finalizar la cirugía, si el paciente proviene de la unidad de cuidados intensivos, el circulante y el anestesiólogo lo trasladan de regreso, asegurando que esté ventilado o conectado a los aparatos necesarios.

Una vez concluida la cirugía, las instrumentistas cuentan de nuevo los instrumentos para asegurarse de que el equipo esté completo. Luego, el material utilizado es enviado a la sala de esterilización, donde otro compañero se encarga de limpiarlo y prepararlo para su reutilización.

María concluye su turno reequipando el quirófano para la siguiente cirugía y revisando el programa del día siguiente, que indica las cirugías programadas y el equipo requerido. Aunque el día ha sido largo y demandante, María regresa a casa con la satisfacción de haber cumplido su deber, lista para enfrentar una nueva jornada al día siguiente.  

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