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El crucial papel de las mujeres rurales de Guatemala
En las vastas tierras de Guatemala, donde la naturaleza se encuentra con la cultura milenaria, las mujeres rurales desempeñan un rol crucial en la supervivencia y desarrollo de sus comunidades. A pesar de enfrentarse a una realidad marcada por la discriminación étnica y de género, estas mujeres mantienen la economía familiar y sostienen gran parte del sistema agrícola del país. Sin embargo, su contribución sigue siendo subvalorada y relegada, tanto social como económicamente.
En Guatemala, la discriminación étnica y la exclusión territorial, combinadas con uno de los niveles más altos de machismo en la región, se unen a la discriminación de género para limitar de manera estructural el goce de los derechos ciudadanos y el desarrollo de las potencialidades de las mujeres. Esta situación agrava las desigualdades y brechas entre géneros, afectando especialmente a las mujeres de diferentes etnias.
El 51.5% de la población del país son mujeres. Según el censo de 2018 del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 30.8% de estas mujeres son las proveedoras del hogar.
Un estudio de la Red Centroamericana de Mujeres Rurales Indígenas y Campesinas (REMURIC) de 2015 reveló que solo el 15% de las tierras agrícolas están en propiedad de mujeres. El informe del Fondo de Tierras de 2016 también destaca que, aunque el 47% de los subsidios de tierras beneficiaron a mujeres, los títulos de propiedad se otorgaron mayoritariamente a «cónyuges o jefes de familia», perpetuando la exclusión de las mujeres en la propiedad de la tierra.
Este «privilegio de los varones» institucionaliza un sistema patriarcal que debería haber sido superado. No es aceptable que, en una sociedad donde las mujeres representan más de la mitad de la población, estas se encuentren en una situación de empobrecimiento y exclusión casi total.
Además, el machismo desenfrenado en Guatemala ha llevado a la normalización del feminicidio. Según estadísticas del Grupo de Mujeres Guatemaltecas (GGM), entre 2008 y 2015 se registraron 700 muertes anuales de mujeres, únicamente por su condición de género. Esta violencia se extiende al ámbito laboral, donde las mujeres son sobreexplotadas, mal remuneradas y enfrentan acoso constante. Su trabajo, a menudo invisible, se remunera con salarios inferiores al mínimo, y aquellas que logran alcanzarlo lo hacen sacrificando la educación de sus hijos, quienes contribuyen al ingreso familiar.
La baja autoestima, resultado de una vida marcada por la discriminación y la falta de apoyo familiar y estatal, lleva a muchas mujeres a resignarse ante su situación. Las instituciones gubernamentales y no gubernamentales continúan relegando a la mujer a un papel económico pasivo.
Las mujeres como parte del desarrollo rural
Las mujeres desempeñan un papel esencial en la economía de Guatemala. Su aporte a la manutención y supervivencia familiar es clave. En el ámbito doméstico, las mujeres contribuyen con al menos el 50% de los ingresos del hogar, cifra que aumenta al 90% cuando ellas asumen solas la responsabilidad, debido a la migración o el abandono de su pareja.
En los países en desarrollo, las mujeres rurales producen entre el 60 y el 80% de los alimentos y son las principales responsables de las cosechas básicas que alimentan al 90% de la población pobre en áreas rurales. Las mujeres en Guatemala tienen una mayor producción de legumbres y hortalizas en pequeños terrenos, crían aves de corral y realizan actividades de acuicultura de manera artesanal.
El aporte de las mujeres en el almacenamiento postcosecha es fundamental. Además, en los últimos tiempos, han asumido entre el 20 y el 30% de la mano de obra asalariada agrícola, especialmente en actividades orientadas a la exportación, como la producción de flores.
En el altiplano occidental de Guatemala, muchas mujeres asumen la jefatura del hogar, en parte debido a la guerra (1960-1996) que dejó muchas viudas, y también por la migración de los hombres. Estas mujeres asumen con mayor intensidad las actividades agrícolas en sus comunidades de origen. En la agroindustria, también se observa su trabajo, especialmente en la producción bananera, donde se encargan del empaque del fruto, o en maquilas, donde los sueldos suelen ser más bajos que en otras actividades.
Estos son solo algunos ejemplos del significativo aporte de las mujeres al desarrollo rural y agrícola de Guatemala. Proveedoras de alimentos, conocimiento campesino y sabiduría ancestral, las mujeres rurales contribuyen sustancialmente al desarrollo de sus comunidades y la economía del país.