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Cómo enfrentar el estrés académico y buscar ayuda

La salud mental de los estudiantes universitarios en Guatemala enfrenta serios desafíos debido al estrés académico, la falta de recursos y el estigma asociado con la búsqueda de ayuda. Muchos estudiantes sufren ansiedad y depresión sin acceder a los servicios adecuados, agravando sus problemas de salud. La psicóloga Isabel Brigid Dunn resalta la importancia de la terapia y actividades saludables, mientras que testimonios como el de Hillary Aquino, quien sufrió una parálisis facial por el estrés, subrayan la urgencia de abordar esta crisis.

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La salud mental de los universitarios es un tema de creciente interés y preocupación en todo el mundo. Durante la etapa universitaria, los estudiantes enfrentan una serie de desafíos únicos que pueden afectar su bienestar emocional y psicológico. Una encuesta de UNICEF realizada a 1,500 jóvenes reveló que el 38% ha experimentado ansiedad, el 22% depresión, y un 41% afirmó no haber buscado ayuda profesional. Esto indica que una proporción significativa de jóvenes que necesitan atención mental no acceden a los servicios adecuados, en parte debido al estigma y la falta de recursos disponibles.

La psicóloga Isabel Brigid Dunn explica que la salud mental de los estudiantes puede evaluarse a través de varios factores, como el interés y comprensión de lo que estudian, el apoyo social que reciben y su vida social en el entorno universitario. Dunn resalta que una buena salud mental mejora significativamente el rendimiento académico y el desarrollo personal de los estudiantes. En Guatemala, cuidar la salud mental sigue siendo un privilegio para pocos.

La psicóloga señala que el estrés académico es uno de los problemas más comunes, intensificándose a medida que los estudiantes avanzan en sus carreras y tienen menos tiempo para dormir y realizar sus tareas. Dunn sugiere que sería beneficioso que las universidades ofrecieran servicios psicoterapéuticos gratuitos para monitorear el bienestar emocional de los estudiantes.

Otro problema común es la procrastinación, que Dunn describe no solo como una conducta, sino como un resultado de emociones que impiden a los estudiantes realizar sus tareas. Muchos estudiantes procrastinan debido al miedo al fracaso o a las expectativas de perfección, lo que crea un ciclo vicioso de ansiedad y malestar emocional.

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El ámbito social también puede afectar negativamente a los estudiantes, especialmente aquellos que perdieron habilidades sociales durante el confinamiento por la pandemia y ahora luchan por adaptarse a sus compañeros y profesores.

Cuando el estrés académico se convierte en crónico, los estudiantes pueden sufrir problemas de salud graves, como dolores de cabeza, trastornos del sueño, problemas cardiovasculares y un sistema inmunológico debilitado. También aumenta el riesgo de trastornos mentales como la depresión y la ansiedad. Dunn menciona casos de estudiantes que han desarrollado estrés postraumático debido a experiencias negativas en sus prácticas universitarias.

La psicóloga Dunn recomienda asistir a terapia para manejar el estrés, aunque reconoce que no todos los estudiantes tienen los recursos para hacerlo. Sugiere que los estudiantes busquen servicios gratuitos en instituciones como el Hospital San Juan de Dios, el IGSS, el CUM o la Universidad Landívar. También recomienda realizar actividades que disfruten, hacer ejercicio, mantener una rutina saludable y asegurarse de dormir lo suficiente.

Hillary Aquino, estudiante de periodismo en la Universidad de San Carlos de Guatemala, comparte su experiencia sobre las presiones académicas y laborales que han afectado su salud mental. Aquino relata que su estrés se intensificó desde que ingresó a la universidad y que en mayo de este año sufrió una parálisis facial debido a la acumulación de estrés y tensión.

Destaca que la presión académica y administrativa, junto con la falta de tiempo para relajarse y dormir adecuadamente, han afectado significativamente su bienestar. A pesar de los desafíos, Aquino se esfuerza por continuar su educación y trabajo para asegurar un mejor futuro.

Hillary también menciona que, aunque la salud mental aún es un tabú para muchos, es crucial abordar estos problemas para prevenir consecuencias graves. Ella subraya que la etiqueta de «generación de cristal» no debe desanimar a los jóvenes de buscar ayuda y cuidar su salud mental, ya que los problemas no resueltos de generaciones anteriores han llevado a la situación actual.

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